2 de abril de 2006

Esta semana ha ocurrido un hecho extraño. Un alumno de unos quince años me confesaba, llorando, que se había enamorado de una niña francesa que nos había visitado en un intercambio y con la que había coincidido ¡¡sólo dos horas!! y que, a lo peor, no vería nunca más. Ah!... el amor tiene estas cosas y, a veces, al resto de nosotros, se nos olvida.

Podría ser todo mentira. Me hago cargo. Pero me quedo con el gesto. Las palabras, los hechos y las maneras tienen una importancia que con frecuencia desmerecemos sólo porque el uso las desvirtúa. Hasta que llega ese momento en el que un niño, que ya no lo es porque se ha enamorado, llora. Entonces todo vuelve a su sitio y uno reconoce que, quizá andando el tiempo, las cosas no sean tan diferentes.