29 de mayo de 2007

Solo he venido a decir que estoy malo y que ahora no escribo, que es una excusa como cualquier otra para dedicar el tiempo a morir un poco más en estos días perdidos.

Nada mata tanto como la vida misma.

11 de mayo de 2007

II


Me arrastrarás

por un océano de épocas remotas

del que serás la sirena

silenciosa de mis sueños.


Me enseñarás tu pecho

y nos haremos a las andadas

bajo las verdes aguas

de un pensamiento cualquiera

10 de mayo de 2007

I

Trabaja como si no necesitaras el dinero;
ama como ni nunca te hubiesen herido;
baila como si nadie te estuviera observando
Para el mundo tal vez tu seas una sola persona,
pero para una persona tal vez tú seas el mundo...

2 de mayo de 2007

Hijos de Blade Runner

Leo en la prensa que Ridley Scott vuelve, con motivo del veinticinco aniversario de la película, a rodar ciertas escenas y una nueva versión extendida de la obra que marcó un hito en la ciencia ficción del momento. Me alegro, por mí sobre todo, porque soy un gran admirador de esa obra el la que el futuro no es blanco, aséptico y minimalista, sino lluvioso, oscuro y mezclado.
Es curioso. Cuando yo era pequeño y pensaba en el futuro imaginaba ese futuro blanco nuclear y enseguida esa imagen entraba en conflicto con la casa de mis padres. No podía imaginar que el mundo, mi mundo, fuese a cambiar tanto que pasase a ser irreconocible. Por eso cuando vi Blade Runner, algún año después de que se estranará, encontré solución al conflicto que el futuro me generaba. En esa película tenía cabida todo, hasta mi mundo de desván con objetos de cuando pequeño y libros llenos de polvo. También las cartas encendidas de un abuelo soñador y poeta que se colaba por el resquicio de mi memoria en forma de foto sepia.
El futuro ya está aquí, es evidente, y esa visión casi profética de la película tiene su equivalencia en lluvia ácida y cambio climático, en adelantos sorprendentes y en guerras bárbaras como las de siempre. A la casa de mi infancia también ha llegado el futuro en forma de aparatos y gadchets inverosímiles. Pero aún queda el desván repleto de tiempos dormidos, de historias secretas de objetos, que como la vida perdieron su uso.